Con motivo de nuestra ascensión con esquís por el valle de Lanjarón, y cuya reseña puedes leer aquí, Poli ha escrito este cuento. Aquí os lo dejo:
I…..gloo
I Wanna Live de los Ramones, sonó en el móvil de Poli a las cinco de la tarde, despertándole de una liviana siesta tras la comida. Sabía que no se podía tratar de otra persona sino de Pelis, porque después del horario laboral nadie acostumbra a llamar a este teléfono.
-Poli.- “Que ise surmanico”, como está la cosa.
Acertó a decir con voz soñolienta.
-Pelis.- ¿Que tal Poli como estás? Te llamo para decirte que al final sí me apunto a la excursión del fin de semana, sólo que debía terminar unos trabajos y estoy saliendo de Alicante ahora mismo, así que aún me quedarán tres o cuatro horas hasta llegar a Granada.
-Poli.- No te preocupes, te estaré esperando en mi casa preparando las mochilas y ya me encargo de hacer una comprilla para que no falte comida. He hablado esta mañana con el Buitre y aún no hemos concretado nada porque no sabíamos si venias o no, pero bueno lo único que queda por concretar es el sitio exacto de la excursión; que nos vamos está claro. Llámame cuando llegues a Granada y bajo a recogerte al portal.
A la hora esperada se encontraron los dos amigos tras algún tiempo sin verse, con la euforia que acostumbraban y los calurosos abrazos de rigor. Tras un paseo por el barrio del Albahicín y unas cervezas para regar este deseado encuentro, se fueron a la casa a dormir no muy tarde, ya que habían quedado en recoger al Buitre a las siete de la mañana.
Ouvez Les Frontieres de Tiken Jah Fancoly, fue la canción que sonó en el móvil, esta vez a modo de despertador a las 6;30 de la mañana. A pesar de que la previsión meteorológica anunciaba un tiempo nefasto para el sábado, las enormes ganas, tanto de hacer algo de montaña como de reunirse tres buenos amigos de largo tiempo atrás, fueron muy superiores a cualquier anuncio de tormenta, por grande que fuera. Y el hombre del tiempo no fallo. Amaneció nublado y chispeando en la capital, a tan solo unos 600 mts de altura, cosa que empeoraría conforme ganasen altura. La idea era llegar hasta el refugio del Caballo que se encontraba a unos 2900mts. y pasar allí la noche para al día siguiente acceder hasta el pico del Caballo y poder descenderlo con los esquíes de travesía si todo resultaba según las previsiones, ya que para el domingo parecía escampar.
Llegaron en coche hasta la localidad de Lanjarón, desde donde sin pausa alguna continuaron a través de una pista de tierra de algo más de una hora, que los conduciría hasta el refugio Ventura, en donde el trayecto ya sería a pie. Con las mochilas cargadas hasta el tuétano, el cielo cada vez mas cerrado y unas tremendas ganas de empaparse de este ambiente montañero, emprendieron la marcha. Alrededor de unas tres horas pasarían hasta encontrarse con la nieve en donde aligerarían el peso de las mochilas, descolgando los esquíes y las pesadas botas para seguir subiendo con las tablas puestas en los pies. La espesa niebla no dejaba ver mas allá de 20 ó 30 mts, haciendo realmente complicado acertar el punto exacto donde se encontraban, pero sabiendo que estaban en el valle de Lanjarón no dudaron en ascenderlo para ir ganando altura y, así mas adelante, buscar hacia la izquierda el tan deseado refugio. Pasaron las horas y no dejaban de subir entre la tormenta de viento y nieve, mirando por los gigantes peñascos que tenían a su izquierda sin encontrar su punto de llegada. En varias ocasiones subieron por lenguas de nieve con una pendiente aceptable, tropezándose con mas paredes de nieve fáciles de escalar en otras condiciones, pero con las pesadas mochilas, las tablas y sin cuerda era una aventura demasiado arriesgada como para no tener ni idea de donde se encontraban, así que tomaron la opción mas sensata que era volver por sus huellas medio borradas por la tormenta hasta el río y seguir ascendiendo hasta encontrar algún punto de referencia que no terminaba de llegar. Sin advertir peligro, tras 7 u 8 horas de subida, hubieron de reconocer los tres montañeros que no tenían ni idea de donde se encontraban y que estaban totalmente perdidos en un laberinto de rocas y nieve. Llegados a este punto eran sabedores de que su dulce morada era prácticamente imposible de encontrar, solamente un golpe de suerte les haría dar con el refugio, cosa con la que no puedes contar en una situación en la que, de momento, no es peligrosa, pero sí delicada y se podría convertir en algo no deseado.
Las palabras del Buitre resultaron incómodas hasta para él mismo, que en voz baja y casi temblorosa las hilvanó.
-Buitre.- No tenemos ni idea de donde estamos. Debemos volver.
A sus dos compañeros tampoco les agradaba la idea, pero no tenían argumentos para rebatir las sabias palabras de su amigo que tenía mas razón que un santo. Así que se apresuraron a desnudar las tablas de las pieles de foca para poder bajar, fijaron las botas a los esquíes y comenzaron una bajada con una nieve excelente, pero arrastrada por el fuerte viento, golpeaba la piel de la cara, haciéndola realmente incómoda. Medio agachados intentaban inútilmente protegerse del viento con las manos sin acertar a ver a mas de tres metros de distancia, avanzando a paso de tortuga. Les esperaba una bajada de lo mas desagradable. Tras un pequeño valle existía un cruce de caminos, donde había que decidir qué dirección tomar, pero de repente se escucharon unas palabras que sonaron a gloria.
-Pelis.- ¡Hostias, el refugio chicos!.
El Buitre y Poli levantaron sendas miradas y acertaron a divisar, en un punto concreto entre la espesa tormenta, un refugio. Efectivamente, aunque no se trataba de el Caballo, era, sin lugar a dudas, un pequeño refugio que les proporcionaría el ansiado cobijo con el que tantas horas llevaban soñando. Poli se apresuró a descalzarse las tablas y observarlo detenidamente por dentro para comprobar su estado. En un principio no parecía tener entrada alguna ya que puertas y ventanas se encontraban tapiadas, pero en la parte superior de las tapias habían dejado unos agujeros de no mas de un metro por un metro. No dudó en arrastrarse por uno de ellos a la vez que el Buitre decía en voz alta.
-Buitre-. Es el refugio del Peñón Colorao. Joder tíos nos hemos pasado de largo, estamos en las proximidades del Cartujo; es que con la niebla no se ve ni escupir.
Pero bueno si no está mal por dentro nos valdrá para pasar la noche. Por lo que sé está entero tapiado, porque hay unos murciélagos que habitan en él y están en peligro de extinción, debe ser raro que se encuentren a tanta altura, pero de todas formas con el tiempo que hace, no creo yo que se encuentren esta noche por aquí.
El Buitre y Pelis esperaban ansiosos fuera mientas Poli hacía una valoración rápida del estado del refugio, cuando pasados unos minutos escucharon la voz fatigada de Poli.
-Poli.- Yo me quedaba, pero de todas formas entrad vosotros y decidimos entre todos.
El estado del refugio no era el mejor del mundo, pero dadas las circunstancias cumplía sobradamente las necesidades de los montañeros. Los huecos de las ventanas habían permitido la entrada indiscriminada de nieve cubriendo el suelo en su totalidad en dos de las habitaciones; en la tercera no había entrado nieve, pero el suelo se componía de una espesa capa de hielo duro de unos 30 ctms, por lo cual quedó descartada. No era un problema el dormir sobre la nieve almacenada dentro del refugio, pero habría que hacer ciertos arreglos, como apelmazar el espacio donde extenderían los esterillos y dejarlo lo más plano posible, para así no rodar hacia el sentido de la pendiente. Tras una rápida comida se pusieron manos a la obra y en no menos de media hora el suelo estaba perfecto para poder pasar la noche cómodamente.
Sin embargo aun quedaban ciertas cosas por terminar, como hacer bloques de nieve y ponerlos en los huecos de las ventanas para que no hubiese corriente dentro y así poder subir un poco la sensación térmica, pues todavía los relojes marcaban temperaturas inferiores a diez grados bajo cero. La situación no era preocupante, pero no estaría nada mal darle un poco de confortabilidad a su rincón de pernocta, intentando hacer el habitáculo algo mas calido.
-Poli.- ¿Por qué no hacemos un igloo dentro del refugio? No tiene que ser difícil y dentro estaríamos como marqueses.
El Buitre y Pelis cruzaron sus miradas con cara de resignación y sin mediar palabra sabían que todavía les quedarían algunas horas de largo trabajo, porque cuando a Poli se le metía algo en la cabeza no era fácil disuadirlo y además la idea tampoco llegaba a disgustarles, a no ser porque había sido un día muy largo y el acusado cansancio les recordaba que no estaban para muchos trotes. Pero en cinco minutos ya tenia Poli la tarea distribuida y con los piolets en mano dibujó un cerco en el suelo de nieve explicándoles cuál seria el perímetro de las paredes. El reparto de la tarea sería la siguiente: El buitre se quedaría dentro colocando los ladrillos de nieve apelmazada que Pelis y Poli cortarían con las únicas herramientas de las que disponían, los piolets. Aunque la tormenta no amainaba, no impidió el duro esfuerzo que suponía el tener que permanecer durante horas cortando los bloques, apelmazarlos y transportarlos hasta una de las ventanas semiabiertas del refugio. Un trabajo en cadena y bien distribuido, les permitió tener las paredes levantadas alrededor de las dos de la mañana. El grueso de la construcción estaba terminado, ya solamente quedaban algunos retoques de albañilería fina: el repellado. De esto se encargaría Poli, ahora serian Pelis y el Buitre los que deberían salir fuera y acercar nieve blanda metida dentro de los cascos para volcarla sobre los bloques de las paredes e ir tapando los agujeros que quedaban entre unos bloques y otros, dándoles forma con un ski a modo de palustra. Una vez repellado por dentro y por fuera solo quedaba aplicar agua por toda la superficie para que se compactara y quedara así convertida en un bloque de hielo.
Dada por terminada su pequeña morada, el acusado cansancio no les permitió disfrutar como debiera sus horas de trabajo; las pocas fuerzas que les quedaban eran para extender los esterillos sobre la nieve dentro del iglú, colocar los sacos y quitarse las ropas mojadas. Solamente el gesto de abrir la cremallera del saco se les hacia todo un mundo, con un esfuerzo sobrehumano consiguieron adentrarse en el interior de los sacos, y, sin mediar palabra, cayeron en el mas profundo de los sueños. La temperatura en el interior no bajaba de los cero grados y a pesar de que los sacos se habían mojado en la ascensión, al igual que sus ropas, que las habían dejado caer totalmente chorreando en un rincón del iglú, se secaron en un instante, suceso del que los montañeros ni siquiera se percataron, porque estaban postrados en sus lechos durmiendo como criaturicas.
Pelis, como de costumbre fue el primero en despegar los párpados, quedando gratamente sorprendido al comprobar que eran las tres de la tarde y que a pesar de lo duro que había sido el día anterior no se encontraba con molestia alguna de agujetas, ni con esa maldita tos que le estaba matando, ni tan siquiera tenia las dolorosas rozaduras que le había ocasionado el piolet la noche anterior fabricando los bloques de hielo. Asombrosamente se encontraba como un chiquillo, cosa que achacó a un descanso como es debido. Tumbado en el saco, un rato antes de salir de él, disfrutó de ese momento en el que estás despierto, pero remoloneas antes de darte cuenta del cansancio de la postura horizontal. Pero mientras tanto, en estos momentos de placer pudo admirar con orgullo la cabaña de hielo que hizo él mismo con ayuda de unos buenos amigos, este sería un momento muy difícil de olvidar, pensó. Finalmente se decidió a salir del saco y fue a tocar las ropas tiradas de cualquier manera en una de las esquinas del igloo, a sabiendas de que estarían totalmente empapadas y pudo comprobar con sorpresa que estaban secas; no salía de su asombro y sintió una imperiosa necesidad de comentarlo con sus compañeros, deseo que reprimió, por no despertarlos. Se vistió para comprobar si la tormenta había remitido; pero no, seguía nevando, la niebla estaba mas cerrada aún que el día anterior y el viento seguía soplando con fuerza. Aunque se encontraba muy bien y descansado había algunas cosas que le preocupaban. Esta tarde tenia que salir para Alicante, pero con este temporal le daba pereza ni tan siquiera pensarlo. Un retortijón en el estómago le recordó que tenia un hambre voraz ya que la noche anterior ni siquiera cenaron; se dirigió a la bolsa de comida y sacó el paquete de Maritoñis que no podía faltar en un desayuno montañero. La primera la devoró de un bocado, la segunda de otro, la tercera la saboreó algo más, mientras derretía nieve para hacer un café. Entre tanto, el siguiente en salir de sus aposentos fue el Buitre, que con una sonrisa de oreja a oreja dijo.
-Buitre.- ¡La vin compae! he dormido como un Lirón. Joder tío estoy como nuevo me he hinchado de dormir, pero ¿que hora es?
-Pelis.- Son las tres y media.
-Buitre.- ¡No jodas!, ¡que pasada tío! Bueno es normal si es que ayer nos pegamos una buena, eh! pero la verdad es que me extraña no tener ningún tipo de molestia, ni agujetas ni pollas, me encuentro como un chiquillo. Eso sí tengo un hambre que me comería a un gitano cagando, pásame las Maritoñis.
Y devoró las tres que quedaban en el paquete en un santiamén. Los dos saborearon el café recién hecho como si de oro líquido se tratara.
-¡Buahhhh!… Esto resucita a un muerto.
Dijeron al unísono al primer sorbo.
I just wanna be your Steve Mc Queen de Eytan Mirsky sonó de los labios de Poli a capela al otro lado de las paredes del igloo, con una voz que tanto Pelis como el Buitre, a pesar de tantos años de amistad, desconocían por completo. La entonación era perfecta y parecía estar el propio Eytan Mirsky en lugar de Poli entonando la cancioncilla.
– Poli.- ¡Menuda manera de sobar compae!, esto del igloo es como para quedarse aquí a vivir tíos, me da una pereza salir que te cagas. Pero la verdad es que me encuentro como un roble, podría subir hoy al K2 a la pata coja. ¿Cómo está la cosa fuera del refugio chicos?
Vociferó en tono alegre a modo de la melodía con la que se había despertado. Unos segundos de silencio le dieron a entender que la cosa no pintaba muy halagüeña, pero tampoco le preocupó demasiado, porque estaba disfrutando tanto de esos momentos contemplando aquello que consideraba una obra maestra, que parecía no existir absolutamente nada en el mundo que le pudiera aguar la fiesta. Pero al cabo de un rato de regocijo decidió salir del saco y reunirse con sus compañeros en la otra habitación donde se encontraban las mochilas y el deseado desayuno. Las Maritoñis se habían acabado, pero se ensañó con un brazo de gitano, apurando hasta la última miguilla de chocolate sobre la bandeja de plástico.Tras estos momentos de placer, hubo de decidir cuál sería el plan de actuación. El temporal no remitía, pero los tres tenían obligaciones que atender, familia, trabajo etc…En primer lugar había que ponerse en contacto con los familiares para hacerles llegar un mensaje de que se encontraban fuera de peligro, porque muy probablemente estarían preocupados. A pesar de no haber cobertura en los teléfonos llamaron al 112 y explicaron la situación a la teleoperadora, que muy amablemente se comprometió a ponerse en contacto con las familias para tranquilizarlas. El siguiente paso seria salir a dar una vuelta de reconocimiento para ver cómo estaba el exterior. Pelis ya había despejado uno de los agujeros de entrada que se encontraba taponado de nieve y mas o menos se podía advertir lo que iban a encontrarse; pero la curiosidad es algo tan fuerte que no resulta fácil aplacarla. Así que tanto el Buitre como Poli entraron en el iglú para recoger la ropa del día anterior dando por sentado que estaría acartonada y congelada. Quedaron perplejos, cuando vieron que estaban totalmente secas; ni tan siquiera las partes pegadas a la nieve se encontraban mojadas. No daban crédito a lo que estaban viendo, y tras comentarlo alucinados les dio un ataque de risa, como si hubieran descubierto una mina de oro. Tras el momento de euforia, se dispusieron a salir del igloo para recoger la escasa comida que quedaba y guardarla dentro de él por si alguna alimaña hambrienta la robaba. Unas lonchas de salchichón, una lata de fabada, unas lonchas de queso y un par de rebanadas de pan. Había que empezar a administrarse porque no sabían cuánto tiempo más duraría la tormenta, pero en cualquier caso la situación todavía no era preocupante.
Andurrearon un par de horas en un ambiente muy lamentable, los finos copos de nieve arrastrados por el fuerte viento de mas de 100 kilómetros por hora, golpeaban sus ropas casi hasta el punto de causarles dolor; la niebla era extremadamente cerrada y la gruesa capa de nieve virgen les hacia hundirse a cada paso hasta las rodillas, haciendo una travesía extenuante. No les resultó fácil volver a encontrar el refugio porque había quedado sepultado por la nieve, pero gracias a una estación meteorológica que se encontraba por los alrededores finalmente dieron con él. Estaba claro que debían permanecer allí otra noche más, no era muy seguro volverse y además les apetecía disfrutar de su dulce morada en buena compañía; ninguno puso objeción alguna, es mas, los tres lo estaban deseando. Una vez en el refugio, pasaron dentro del iglú, para cambiarse de ropa, pues volvían a estar empapados. La muda estaba totalmente seca.
-Buitre.- Ostias, ¿quien ha traído esta botella de vino?, ayer nos bebimos la única que teníamos y el igloo no estaba ni terminado.
-Pelis.- Seguro que la ha traído Poli ya sabes que le gusta cargar la mochila con estas cosas que te dan la vida. Ábrela y pásame un trago que me va a sentar de maravilla.
-Poli.- Yo no la he traído, solamente metí una botella en la mochila, pero bueno tampoco le vamos a poner pegas ¿no?, vamos a refrescar el gaznate.
No le dieron más vueltas al asunto del vino, pero al echar mano a la bolsa de comida comprobaron con estupor que estaba totalmente repleta, se encontraban todas las cosas que Poli había comprado en el supermercado, Maritoñis, lo callos, los zumos, una bola de queso, tripas de chorizo, jamón serrano, una hogaza de pan recién horneada y un montón de cosas más. Boquiabiertos y con la mirada clavada en la bolsa de comida pasaron unos minutos sin acertar a decir palabra.
-Buitre.- Estoy empezando a acojonarme, eh!.
Dijo con voz entrecortada y con un claro rostro de preocupación.
-Pelis.- Yo la verdad es que no entiendo nada y esto tiene pinta de algo paranormal, pero en cualquier caso, si es para ayudarnos, bienvenido sea.
-Poli.- Yo estoy de acuerdo con Pelis y tampoco tenemos muchas mas opciones, asi que vamos a soplarnos la botella de vino, a comernos la comida y darle gracias al señor por esta peaso polla que nos ha dado, como decía mi amigo Miguel el tarta.
Una risa nerviosa se contagió dentro del igloo y los tres comensales hicieron lo que estimaron oportuno: comieron y bebieron hasta sentirse saciados. Hacía largo rato que se habían quedado sin tabaco y salió el Buitre al refugio para ver si también se había rellenado el paquete, que se encontraba en la seta de la mochila, pero seguía igual de vacío; la verdad es que fue una pena porque, con el pico caliente del vino y la tripa llena, lo que apetecía era un cigarrito. No obstante metió la mochila en el igloo, con la intención de que se secara, porque estaba hecha un bloque hielo. En no más de diez minutos la mochila no solo estaba descongelada, sino que estaba totalmente seca.
-Poli.- Pues mira a ver si ahora está el paquete de tabaco lleno compae. Tan raro es que se halla secado a esta velocidad como que estuviera completo.
Con cara escéptica el Buitre fue a comprobar de nuevo en la seta de la mochila y con una sonrisa de entre miedo y alegría, sacó un paquete de tabaco lleno hasta las trancas, incluso con el precinto sellado. Le faltaron dedos para abrirlo y hasta Pelis fumó, cosa que no hacía salvo en ocasiones excepcionales y qué duda había de que ésta era una de ellas.
Llegaste hasta mi de los Suaves fue la canción escogida por el Buitre, que a pesar de su mala voz, en un tono y un con un ritmo perfecto, comenzó a cantarla, dejando patidifusos a Poli y Pelis que, boquiabiertos, se dedicaron a escuchar este tema tan bien escogido para el momento. La voz rajada de Yosi salía de las cuerdas vocales del Buitre como si estuvieran clonadas. Tan solo en el estribillo y en pleno clímax del tema Poli y Pelis se arrancaron y acompañaron a su compañero en una frase de la canción que con los puños apretados y en alto, a pleno grito, repitieron varias veces:
-Todos.- ¡Robaste mis sueños, me robaste a mí y muero porque tú no mueres por mí!
Momento en el que le quedó claro que este inusual fenómeno no se debía a otra cosa, sino al igloo, así que decidieron salir de él solamente para lo imprescindible, al menos durante lo que quedaba de tarde-noche. El vino corrió por las venas de los montañeros con un caudal desenfrenado y cuando la última gota se deslizaba por la botella de vidrio, automáticamente se rellenaba por arte de magia. Cada vez que esto ocurría, los tres lo festejaban como si fuera la primera vez, cantando y bailando como poseídos. Canciones de Elvis Presley, de Aretha Franklin, Ramones, The Clash, Frank Zappa…. Y muchos más. Todo tipo de género musical sonó esa noche en el igloo y todas y cada una de las canciones con la voz exacta del intérprete, independientemente de cual de los tres montañeros la cantara. Hasta altas horas de la mañana estuvieron de parranda sin apenas salir de la choza de hielo, hasta que cayeron agotados y completamente ebrios por la ingente cantidad de alcohol ingerida. A la mañana siguiente despertaron sin resaca alguna a pesar de la juerga de la pasada noche, cosa que pasó inadvertida, porque a estas alturas nada era lo suficientemente extraño como para sorprenderlos. Lo que sí les puso las orejas de punta fue un estruendoso ruido de hélices que les dio a entender que la estancia en su paraíso particular era una cuenta atrás. Quedaron dentro de los sacos sin mediar palabra, con los ojos abiertos como platos adivinando cuál era su futuro inmediato. El ruido era cada vez más insoportable y la única reacción que tuvieron los tres fue llorar y llorar como niños chicos a los que les es arrebatado su bien más preciado.
Al cabo de unos minutos se escuchó una voz desde la ventana casi tapada del refugio.
-Picoleto-. ¿Hay alguien ahí?.
-Poli-. ¡Largaos de aquí, no sois bien recibidos, nadie os ha llamado!.
Acertó a decir entre pucheros y sollozos. Voz de agobio que no escucharon ya que el ruido en el exterior impedía hacer cualquier otro sonido audible.
Tres guardias civiles de los equipos de rescate del SEREIM entraron en el refugio y quedaron totalmente maravillados al ver el igloo en el interior del refugio. Tras un instante observándolo decidieron pasar a su interior y comprobar cómo estaban los montañeros. Tras ver que se encontraban en perfecto estado, comenzaron la evacuación; con muy buenas maneras, les obligaron a salir de los sacos, a recoger sus pertenencias y abandonar lo que fue por un corto espacio de tiempo su idílico rincón en un abandonado refugio de Sierra Nevada. Los agentes no pararon de felicitarlos por cómo habían sido capaces de capear el temporal de una manera absolutamente magistral. Mientras tanto los tres amigos tenían el mismo sentimiento de pérdida. Cada paso que daban en dirección al helicóptero se les hacía todo un mundo y les costaba horrores acertar a dar un paso sin caer desplomados; la vista la tenían completamente nublada por el mar de lágrimas que no paraban de derramar, los surcos marcados en sus mejillas se hacían cada vez mas palpables, a medida que pasaban los minutos. No fueron capaces de articular palabra en todo el trayecto pensando en lo maravilloso que había resultado el fin de semana, que en un principio estuvo apunto de suspenderse precisamente porque sabían que iba a hacer mal tiempo, y es que la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida…tararearon la canción al unísono entre sollozos y sonrisas entrecortadas. Los tres eran sabedores de que no presenciarían un suceso como este en toda su vida y decidieron no contarlo absolutamente a nadie. Para empezar porque nadie los creería y para continuar porque esta magia vivida durante estos días, era para ellos tres y solo para ellos tres, para nadie más.
El helicóptero aterrizó en la base del cuartel de la guardia civil de Granada, donde se encontraban tres ambulancias que los llevaron al Hospital Clínico de Granada. Y fue allí donde había una expectación fuera de lo normal: prensa, familiares, amigos y desconocidos se reunieron en las puertas del hospital para, entre cálidos aplausos, recibir a los tres montañeros sanos y salvos.
El doctor Santiago Schiaffino Cano, intensivista del Clínico y tío de Poli, se encontraba de vacaciones y tenia planeado un viaje al extranjero, que por supuesto no dudó en suspender para atender a su sobrino con el que guardaba una estrecha relación y a sus dos amigos. Las camillas entraron directamente a la U.C.I. donde se encontraba el tito Santi esperando ansioso la llegada de los montañeros. Poli al verlo se le lanzó a los hombros y le dio un fuerte abrazo con el que casi le rompe unas cuantas costillas, cosa de la que ni tan siquiera se percató, debido a la emoción del momento. Las lágrimas de Poli conmovieron de tal forma a su tío que tampoco pudo aguantar una llorera de similar calibre. En incontables ocasiones había atendido a hijos, sobrinos, hermanos y cuñados y algunas de ellas, de lo mas críticas, pero no sabía por qué esta vez se había derrumbado como si fuera la primera vez que atendía a un paciente en la sala de cuidados intensivos. Con la fuerza y profesionalidad que lo caracterizan, consiguió reponerse tras unos instantes y se dio cuenta de que apenas podía respirar por la fuerza que lo estaba lo abrazaba su sobrino. Consiguió separarlo y con las gafas empañadas acertó a balbucear.
-Tito Santi-. Me ha contado la guardia civil lo que ha pasado y cómo habéis sido capaces de sobrevivir al fuerte temporal. Estoy muy orgulloso de ti, eres un campeón.
Ahora te vamos a hacer unas pruebas rápidas y le voy a decir a tu madre, a tus hermanos y a tus hijos que pasen a verte pues están un poco nerviosos. Los medios de comunicación están dando el coñazo para entrar, pero no les hemos dejado. Si queréis les hacemos pasar cuando estéis en planta.
-Poli-. Que pase la familia, pero nadie más por favor, no me apetece tanto follón; ya veremos dentro de unos días. ¿Cuándo podremos irnos a casa?
-Tito Santi-. Mañana mismo si todo sale bien, la verdad es que te veo estupendamente, pero por lo menos hoy quiero que os quedéis aquí.
Las familias del Buitre y de Pelis también se encontraban allí y a las pocas horas del ingreso en el hospital se pudieron reunir con ellos. Habían vivido muchas horas de tensión e incertidumbre y por fin todo había acabado para ellos.
La vuelta a casa de los montañeros, pasó sin pena ni gloria. Los tres estaban contentos de haber regresado sanos y salvos, pero sin embargo no podían quitarse de la cabeza ese enorme vacío que sintieron al salir del igloo, parecía no ser nada igual, aunque cada uno había vuelto aparentemente a la normalidad y cumplían con su rutina laboral y familiar.
A las tres semanas de la vuelta a casa, difundieron una noticia los medios de comunicación que causó un enorme revuelo.
Unos montañeros locales, tratando de emular la experiencia vivida por Poli, Pelis y el Buitre, decidieron quedarse a dormir dentro del igloo del que tanto se hablaba y amanecieron congelados dentro de sus sacos. Fue una muerte muy extraña, ya que se hallaban con ropa técnica, capaz de soportar muchos grados bajo cero y además la temperatura registrada esa noche en esa cota no fue inferior a dos grados sobre cero. El diagnóstico fue sospecha de hipotermia sin confirmar por lo que se decreta muerte súbita por paro cardiaco, pendiente de autopsia. Los médicos forenses tras un sin fin de pruebas tampoco advirtieron nada anómalo, así que dieron por válido el diagnóstico del hospital.
La primavera se iba adentrando y con ella el deshielo de las altas cumbres, haciendo erguirse largos tallos de flores estivales y descubriendo las enormes mantas de borreguil que se extienden a lo largo y ancho de Sierra Nevada. Pero sin embargo el iglú seguía intacto, no se había derretido ni un solo ápice de la nieve que lo conformaba. Ya pasada la primavera y con el verano bien metido, la pequeña casa de hielo seguía sin inmutarse a pesar de quedar en la sierra nada mas que neveros aislados. Volvió a ser noticia de primera plana en todos los medios del país y científicos de todo el mundo vinieron a esta modesta sierra para estudiar este extraño fenómeno. La administración decidió acordonar el refugio a raíz del suceso de los montañeros muertos y dejarlo solamente para el personal científico.
A los artífices del igloo se les reclamó en incontables ocasiones para hacerles entrevistas de cómo fue su fabricación, su estancia en él y miles de cuestiones mas. Pero el pacto sellado entre ellos era más fuerte que cualquier cientificucho ávido de conocimiento, así que sus labios permanecieron sellados en lo que se refería a aquella mágica estancia, de la que solamente hablaban entre ellos y siempre en persona, nunca por teléfono ni por correo.
El Tito Santi una buena mañana recibió una visita de lo más inesperada. Se encontraba trabajando en la U.C.I. y después del desayuno, al llegar a la sala donde están los enfermos y hacer el reconocimiento a todos y cada uno de ellos, un compañero le avisó de que tenia que ir al despacho del director para hablar de algo importante y al parecer secreto, porque se había negado a comentar detalle alguno de la reunión con su homólogo.
Al entrar en el amplio despacho quedó sorprendido, porque en la silla del director se encontraba un señora muy formalmente vestida con ropa cara y un fuerte olor a Christian Dior, que dibujó una sonrisa de oreja a oreja, al ver aparecer al Dr Schiaffino, que nada se parecía a la cara de póquer de la que disponía el director ni al sudor de las axilas que traspasaba su bata blanca. La cara le sonaba, pero no acertaba a ponerle nombre.
-Consejera.- Hola, buenos dias Dr. Mi nombre es Maria Jesús Montero Cuadrado y soy la Consejera de Salud, es un placer conocerle.
-Tito Santi.- El gusto es mío.
Acertó a decir realmente descolocado por la situación, con una sonrisa entrecortada. Nunca había sido una persona muy implicada en política social o laboral ni había tenido pretensiones de subir en la jerarquía del hospital, porque para él desde hacia tiempo los políticos, ya sean de un lado o de otro, no le merecen mucha credibilidad, salvando raras excepciones. No obstante lleno de curiosidad, con la discreción y educación que lo caracterizan, se dedicó a esperar impaciente a qué se debía este llamamiento.
La conversación comenzó con algunas preguntas de cortesía que a nadie interesaban, acompañadas de unas falsas sonrisas necesarias para entrar con buen pie en lo que se avecinaba algo complicado. El Tito Santi que no tenía un pelo de tonto, cada vez estaba mas mosqueado y cuanto más sonreía la consejera, mas se mosqueaba porque cada vez le olía peor este asunto. Finalmente se llegó a la cuestión que les concernía, que era el ingreso de los montañeros del igloo y que curiosamente uno de ellos era sobrino suyo. Parecía ser que los protagonistas eran parcos en palabras y se rumoreaba que podían saber algo más de lo que decían. El Tito Santi hubiera preferido cortarse la lengua antes que decir ni una sola palabra a esta tipeja, pero la pura verdad era que no tenia ni la mas remota idea de lo sucedido extraoficialmente, aunque fue de los primeros en notar algo raro en el comportamiento de su sobrino, cosa que ni tan siquiera puso de manifiesto en este encuentro.
Fue una larga reunión, donde se le notificó el carácter secreto de ésta. Parecía ser una cuestión de estado y muy pronto pasaría a manos del Ministerio, así que cuanta mas información recavaran podrían estar mas cerca de la solución y así poder apuntarse el tanto frente al gobierno central. Cada vez que hacía referencia al tema se le iluminaba la cara y volvía a esbozar otra de sus falsas sonrisas, esas que al Tito Santi sacaban de quicio.
Al termino de este asedio, el Dr Schiaffino quedó tremendamente preocupado. No sabía cómo actuar y, tras una noche en vela y de duras diatribas con la almohada, decidió hablar con Poli y contarle lo sucedido. No esperaba hallar respuestas, lo que pretendía era que fuera conocedor de la envergadura de la situación y que obrara en consecuencia; confiaba en que así sería. Las únicas palabras que pudo escuchar fueron.
-Poli-. No te preocupes tito, no es nada malo te lo juro, confía en mi, pero no te lo puedo contar ni tan siquiera a ti. Lo siento mucho.
No tardaron en interrogar a los montañeros para tirarles de la lengua de todas las maneras posibles, al principio con muy buenos modales, que se tornaban en algo más toscos a medida que pasaba el tiempo y no obtenían las respuestas deseadas. Los informes de los científicos que se encontraban en el vivac tampoco eran satisfactorios, porque aparentemente la nieve que formaba el igloo era totalmente normal, pero sin embargo no se derretía, era asombroso.
Entre todos los investigadores, se encontraban un representante americano y otro austriaco que propusieron llamar a dos famosos alpinistas, que se encontraban en la élite de este deporte y muy acostumbrados a pasar por situaciones extremas, entre otras soportar muy bajas temperaturas. Uno de los escogidos fué Reinholod Messner, austriaco, un perro viejo de la montaña, el primero en coronar los catorce ocho miles y que se dedicó a esta vida desde muy joven, permaneciendo en la cresta de la ola hasta hace muy poco tiempo. Ahora ha dejado paso a gente como Jonathan Griffith, el otro escogido, un fotógrafo británico que tiene tanta calidad en sus fotos como en sus escaladas. La proposición era que pasaran unas noches dentro del iglú para que compartieran su experiencia, por si eran capaces de advertir algo que a tanto estudioso se le escapaba de las manos.
Ninguno de los dos alpinistas había tenido noticias anteriores de lo sucedido y a los dos les picó la curiosidad y aceptaron gustosos la invitación. Para ellos era como un juego de niños, el pasar la noche durmiendo dentro de una cavidad de hielo, cuando en el exterior estaban a 15 o 20 grados sobre cero. Era una actividad graciosa. Los preparativos llevaron algo más de tres semanas porque cada uno se encontraba realizando distintas escaladas, pero al final llegaron en clase preferente al aeropuerto de Granada. Los llevaron directamente a Lanjarón, donde se comieron un buen plato Alpujarreño y continuaron por la pista de tierra, hasta el refugio Ventura, la aproximación hasta el refugio del Peñon Colorao no les llevo mas de dos horas ya que estaban acostumbrados a marcar un fuerte ritmo y se le tomaron como un entrenamiento. Al ver el igloo quedaron totalmente fascinados. Habían visto miles de igloos en su vida, pero sin duda éste era muy particular, estaban deseando meterse en él para pasar la noche incluso sin sacos, cosa que no se les permitió, por seguridad. A eso de las nueve de la noche, pero aún de día, entraron dentro del refugio, tras echar una rápida visual, se adentraron en el interior del vivac de hielo. Después de un rato de charla extendieron los sacos y se embutieron en ellos; prometía ser una noche calurosa, a pesar de estar rodeados de hielo.
A las siete de la mañana los científicos vociferaban en el exterior del refugio en todas las lenguas, esto parecía la Torre de Babel increpando a los perezosos alpinistas a salir de sus sacos. Al no obtener respuesta alguna, el americano decidió entrar a despertarlos y cuál fue su sorpresa, cuando se los encontró a los dos tiesos como pajarillos, con los cuerpos morados como si estuvieran congelados. Fue un golpe tan inesperado que dejó a todos sin palabras durante horas. Nadie podía comprender qué estaba sucediendo. Finalmente se llamó a los cuerpos de rescate que trasladaron los cadáveres al hospital.
El diagnóstico fue sospecha de hipotermia sin confirmar por lo que se decreta muerte súbita por paro cardiaco, pendiente de autopsia. Los médicos forenses tras un sin fin de pruebas tampoco advirtieron nada anómalo, así que dieron por válido el diagnóstico del hospital.
La noticia tuvo una repercusión mundial, ¿como dos titanes de la montaña habían perdido la vida de una forma tan inesperada a la vez que inexplicable?. Voces de protesta se alzaban de todas partes del mundo suplicando que se procediera a la destrucción del igloo. Pero ahora la verdadera pregunta era por qué los tres creadores de este fantasma no perecieron en él. Un mar de incógnitas rodeaban el insólito caso cada vez más oscuro. Se había convertido en una cuestión de estado a nivel internacional, así que sin mas preguntas y sin autorización alguna, secuestraron legalmente a los tres montañeros y los trasladaron a un hospital de alta resolución en Sinsinati, Estados Unidos, para allí realizarles las pruebas pertinentes.
A su vez la Consejería de Medio Ambiente de Andalucía, procedió a la destrucción del igloo, para intentar aplacar el revuelo ocasionado. Hicieron falta unos sopletes especiales con bocas de 20 ctms de diámetro y unas bombonas de propano mezclado con otra de oxigeno para conseguir derretirlo. Los cuerpos de alta montaña de las C.O.E.S de Sierra Nevada, fueron los encargados de acabar con el.
A la mañana siguiente a la destrucción del igloo los cuerpos de Pelis, Buitre y Poli amanecieron congelados y sin vida sobre las cómodas camas del hospital, a pesar de que la lujosa habitación se encontraba a 22 grados sobre cero.
El diagnóstico fue sospecha de hipotermia sin confirmar por lo que se decreta muerte súbita por paro cardiaco, pendiente de autopsia. Una vez más.
Pasaron los cuerpos a la sala de autopsias, para al día siguiente analizar los cadáveres, antes de hacer pública la noticia, pues el ambiente estaba ya lo bastante caldeado como para echar mas leña en el asador. El asunto se le había escapado de las manos a todo el mundo y nadie sabía cómo salir de este embrollo.
A las ocho de la mañana, el equipo forense traspasaba las puertas de la sala de autopsias, preparados para comenzar un exhaustivo trabajo que prometía horas y horas de absoluta dedicación. Quedaron petrificados, cuando descubrieron que los cuerpos no se encontraban sobre las camillas. Lo único que descubrieron fueron unos bloques de hielo perfectamente tallados, con la forma de cada uno de los montañeros, que se fueron derritiendo, a medida que pasaban las horas y a pesar de intentar mantenerlos congelados en cámaras frigoríficas a muy bajas temperaturas, acabaron por desaparecer. El avanzado sistema de seguridad del hospital, no fue capaz de detectar la forma ni el modo en el que se sustituyeron los cuerpos por los bloques de hielo.
Meses mas tarde, en una lejana aldea de pescadores al norte de Laponia, en su parte Sueca. Tres amigos españoles inauguraron un bar de hielo al que llamaron, I…..gloo. Donde se servía vino gratis, y había un karaoke con una calidad fuera de lo normal.
FIN.
Dedicado a mis dos infatigables compañeros y al Tito Santi que es mas grande que el sol.
[author] [author_image timthumb=’on’]https://www.panoramicas360.net/thumb-poli.jpg[/author_image] [author_info]Esta entrada es de Poli gran montañero, mejor amigo y compañero de fatigas.
En este mismo blog ha escrito otras dos entradas. Puedes verlas haciendo clic en las enlaces de abajo:
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