El Puig Campana (1.406 m) es una de esas montañas que te cautivan desde el primer día que la ves. Aunque es solo la segunda cumbre de la provincia de Alicante por altitud, detrás de la Sierra de Aitana, su impresionante figura domina el litoral de la Costa Blanca y es la más querida para muchos alicantinos. Su ascensión es obligada para todo montañero de Levante que se precie de serlo. Además tiene un prestigio indiscutible en el mundo de la escalada por la cantidad, calidad y longitud de sus vías, alguna de las cuales de más de 800 metros.
A su cumbre he subido muchas veces algunas incluso de noche, pero escalar su vía más famosa a la luz de la luna ni siquiera se me había pasado por la cabeza. Recuerdo mis primeras ascensiones senderistas y como miraba sus paredes y soñaba que algún día las escalaría. También recuerdo el día que ese sueño se hizo realidad y escalé el Espolón Central (420 m, V) con mi gran amigo Poli. Fue una magnífica jornada de montaña con un gran compañero de fatigas.
Pero vayamos a la actividad. Fue Domingo de los Carrozas Climbing quien me invitó a realizar esta escalada con ellos. La habían programado, aprovechando que había luna llena, para la noche del 9 de junio. Acepté encantado con la tranquilidad de ir arropado de un grupo de escaladores muy competente. Con Domingo a la cabeza sabía que no nos perderíamos por la pared y el éxito estaba casi asegurado, aunque la vía de noche no regala nada.
El grupo lo componíamos Domingo, Juanan, Antonio y Julio que venían desde Elda, y Raúl, Carlos, Fermín y yo que lo hacíamos desde Alicante. También venía David el hermano de Raúl aunque él no pensaba escalar la vía. Subiría a la cumbre caminando y nos encontraríamos a bajada.
No voy a entrar a reseñar la vía que podéis leer en cualquiera de mis otras tres entradas (una, dos y tres), más bien voy a contar las sensaciones que tuve escalando el Espolón Central del Puig Campana a la luz de la luna.
Espolón Central del Puig Campana a la luz de la luna
Estuve varios días nervioso pensando en la actividad y el día en cuestión mientras preparábamos el material mi nerviosismo fue en aumento. No solo el mío, pude comprobar que todos lo estábamos en mayor o menor medida.
Nos reunimos en la Font del Molí y tras repartir el material comenzamos a caminar a las 21:30h dirección al pie de vía bajo un intensísimo calor y con mucha humedad en el ambiente. Fue una ascensión lenta y pesada.
En el pie de vía el silencio se cortaba a cuchillo, la tensión se mascaba en el ambiente. Me recordó mucho a los momentos previos a la escalada de la vía Pidal Cainejo en el Pico Urriello.
Hicimos la vía a largos y no en ensamble como solemos escalar los Carrozas Climbing. Con la oscuridad de la noche ya teníamos bastantes emociones.
Domingo fue el primero durante toda la vía mostrándonos al resto el camino a seguir. De mi cordada comencé escalando de primero y así estuve hasta el quinto largo que cambie con Fermín. Él hizo el sexto, yo es séptimo y nuevamente él, el resto de la vía.
Empezamos a escalar sin encender los frontales (en realidad no lo hicimos en toda la noche), la luz de la luna era suficientemente potente como para permitirnos prescindir de ellos.
Sin embargo la luz de la luna nada tiene que ver con la del sol y aunque fuera suficiente para ver sin necesidad de frontal, tuve muchos momentos de incertidumbre a la hora de colocar los pies y hube de acostumbrar la vista a otro tipo de luz. Los agarres mas que verse se intuyen y las dudas me asaltaron especialmente en los primeros metros de la vía hasta que poco a poco me fui acostumbrando. Y es que muchas veces una ligera sombra era la única pista de un buena regleta y ni siquiera cuando el pie estaba en ella tenía la certeza de que efectivamente el apoyo era bueno.
Con las manos la cosa era distinta pues el agarre en la mano lo sientes y sabes si es o no bueno. Eso provocó que tirara de brazos más que en una escalada a la luz del día.
Pero poco a poco fui cogiendo confianza y el nerviosismo inicial dejó paso a la concentración. Los metros se fueron sucediendo y cuanto más subíamos más a gusto me sentía. Tras casi cinco horas de escalada llegamos al final de la vía.
La euforia fue solo parcial ya que aún nos quedaba la bajada y el tramo hasta el Carreró es delicado. Una vez allí nos relajamos del todo y descendimos hasta el coche emocionados con la actividad recién hecha.
A las 5:00 h de la mañana éramos los únicos en la Font del Molí y alguno incluso saltó la verja y se dió un baño. Nos despedimos cansados y muy contentos.
Fué una actividad intensa y muy completa. Agradecer desde aquí a Domingo y al resto de Carrozas por esta pedazo de escalada que disfruté con ellos.
Galería de fotos
Mapa de la ruta
Resumen de la actividad
Entorno y medio | |
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La Marina Baixa | |
Paisaje Protegido del Puigcampana y el Ponotx | |
Espacio natural protegido | |
Actividad nocturna | |
Mucho calor y humedad | |
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