Larga y variada ruta en bicicleta gravel en la que descubro algunos de los secretos mejor guardados de los espacios naturales de Santa Pola. La vuelta a El Campello por las pedanías de Elche, Alicante y San Vicente completa está interesante actividad.
En menos de una semana he hecho dos rutas de bicicleta gravel por los espacios naturales de Santa Pola visitando las Salinas, el Cabo y la sierra de Santa Pola.
En ambos casos llegar a destino y sobre todo volver a casa son responsables de la gran cantidad de kilómetros recorridos -85 y 125 respectivamente-, ya que procurando buscar entornos rurales y con poco tráfico, lo hago dando amplios rodeos por las pedanías de Elche, Alicante y San Vicente.
Mi idea inicial es visitar el cabo de Santa Pola y su faro, y eso hago una tarde después de trabajar durante la primera visita. Pero me quedo con ganas de disfrutar de la zona con más tranquilidad y decido hacer una segunda ruta, en esta ocasión dedicando una jornada completa. Busco alternativas a los tramos que menos me han gustado y la alargo hasta el Parque Natural Salinas de Santa Pola.
En este artículo, voy a contar esta última ruta por ser la más completa, pero añadiendo un par de tramos de la primera que creo merece la pena conocer.
Bicicleta gravel en los espacios naturales de Santa Pola
Es viernes pero me he cogido el día libre y no trabajo. Salgo temprano porque aunque los días alargan, se prevé una jornada inestable con lluvia a partir de las 16:00h.
Comienzo a pedalear en Muchavista (El Campello) siguiendo el Camí Real de la Vila Joiosa. Callejeando, aunque buscando el carril bici en la medida de lo posible, me dirijo a las playas de la Albufereta primero y del Postiguet después. Aunque en sus paseos está prohibido circular en bici, a esta hora apenas hay gente y nunca he tenido problemas. Y es que el tramo que acabo de recorrer lo conozco bien puesto que lo hago una o dos veces por semana para venir a trabajar en bici.
Cruzo el casco urbano por el frente litoral hasta el carril bici que hay poco antes de Casa Mediterráneo. Siguiéndolo cruzo San Gabriel y el Parque del Palmeral, pero al llegar a la OAMI termina y me toca jugarme el tipo por la nacional hasta tomar el desvío de Urbanova.
Al llegar a Urbanova continúo por el paseo marítimo en el que prácticamente no me cruzo con nadie. A partir de aquí y hasta el Clot de Galvany los tramos de carril bici alternan con los de carretera, aunque en esta zona con escasa densidad de vehículos.
Dejo la entrada a este importante espacio natural a mi derecha y me incorporo a la carretera que rodea el Cabo de Santa Pola. La ruta que quiero conocer empieza aquí, lo que he recorrido hasta ahora ha sido para llegar.
La carretera del cabo de Santa Pola es muy agradable y hoy que apenas tiene tráfico aún más, no obstante, cuando veo la posibilidad la abandono y circulo por las pistas y sendas que hay entre las pinadas y la costa.
Dejo atrás la playa del Carabassi, a la que siguen pequeñas calas de arena fina y aguas cristalinas conocidas como calas del Cuartel en referencia al antiguo Cuartel de Carabineros, un singular edificio de principios del siglo XX en el que vivían nueve familias de carabineros. Actualmente, aloja el Centro de Investigación Marina (CIMAR).
Pedaleo viendo la isla de Tabarca enfrente, parece cercana. Sin embargo, la lengua de mar que la separa de la costa la he recorrido en paddle surf, a nado (en la famosa travesía Tabarca – Santa Pola) y en kayak, y sé lo que cuesta cubrir esa distancia.
A mi derecha tengo el faro de Santa Pola y su pasarela que visitaré a la vuelta.
Tras varias paradas para disfrutar del entorno y hacer alguna foto, llego al cabo de Santa Pola, hito en la geografía de la costa alicantina y punto final de la bahía de Alicante.
Poco después cruzo las urbanizaciones de Santa Pola del Este siguiendo el carril bici y me adentro en el casco urbano por donde me toca callejear.
Aprovecho que me coje de paso y me acerco al Castillo-Fortaleza, situado en la Plaza Glorieta. Se trata de un edificio construido en el siglo XVI para proteger a los marineros y sus familias frente a los ataques de piratas. Actualmente es un centro cultural que alberga el Museo del Mar, la Sala Municipal de Exposiciones, un Salón de Actos y la Capilla de la Virgen de Loreto.
Vuelvo a la ruta. Salgo de Santa Pola por la carretera de Elche (CV-865) que aunque tiene carril bici es monótona y aburrida. La sigo hasta cruzar la de Dolores y el Parque Natural del Hondo (CV-851) por la que me desvío.
Tras cinco kilómetros pedaleando por esta carretera que sigue la tónica de la anterior (carril bici pero aburrida), la abandonó para tomar una pista asfaltada a mano izquierda que se dirige a las inmediaciones del Parque Natural Salinas de Santa Pola.
Círculo entre fincas agrarias, campos de cultivo y viveros hasta una pista de tierra que tomo a mano izquierda y por la que emprendo la ruta de vuelta a Santa Pola rodeando este espacio natural.
El ambiente cambia, ahora son cañaverales y carrizales los que envuelven la pista. La monotonía ha dado paso a un entorno natural y con encanto en el que pedaleo en completa soledad y disfrutando de cuanto me rodea. Un aguilucho lagunero alza el vuelo entre vegetación palustre dando un toque mágico al momento.
La ruta vuelve a la carretera de Dolores que apenas sigo un par de kilómetros, ya que me incorporo al GR-232 en un tramo conocido como Camino del Saladar. Otra vez circulo por una pista de tierra en completa soledad. De una acequia que discurre paralela a mi derecha alzan el vuelvo, de vez en cuando, avetorillos comunes. Cuento un total de cuatro.
Llego al mirador dels Xiprerets donde me entretengo un rato viendo a los flamencos.
Nuevamente en marcha, pongo rumbo a las montañas de sal que hay en las instalaciones de las Salinas de Braç del Port junto a la playa de la Gola, lo que implica cruzar la nacional N-332, una carretera peligrosa y con tráfico, por la que apenas circulo 200 metros.
Paso por la zona residencial de Playa Lisa y llegó a la playa del Tamarit, en cuyo límite oeste se encuentran las montañas de sal y el antiguo muelle salinero construido en 1897. Aquí, las vagonetas descargaban en botes que transportaban la sal a los barcos anclados en la bahía.
Antes de dejar atrás el casco urbano me paso a ver a Isabel y David, dos amigos que viven en Playa Lisa. Declino su invitación de quedarme a comer y continúo de vuelta con la sierra y el faro de Santa Pola en mente, son mi próximo destino.
La Sierra de Santa Pola es una formación acantilada de 144 metros de altitud. Sin embargo, en sus orígenes era un arrecife coralino que estaba bajo el mar. Lentamente se fue elevando hasta alcanzar su posición actual. La cruzo por uno de los múltiples senderos señalizados hasta salir a la carretera del faro que sigo hasta el mirador.
El Mirador del Faro de Santa Pola, formado por una pasarela volada al borde del acantilado, ofrece una de las mejores panorámicas de la Costa Blanca. Desde aquí diviso la isla de Tabarca, la bahía de Alicante, las grandes montañas que dominan la comarca de l’Alacantí –Maigmó, Migjorn y Cabeçó d’Or-, Aitana, Puig Campana, Bernia y Sierra Helada. Además veo un montón de parapentistas que son muy habituales aquí.
Muy cerca del mirador está el faro, que antaño fue una torre de vigilancia costera conocida como Torre de la Atalayola y levantada en 1552. El faro se erigió sobre la torre en 1858.
Vuelvo a la ruta para cruzar Gran Alacant, un conjunto de urbanizaciones situadas entre la sierra, la playa del Carabassí, el Clot de Galvany, Arenales del Sol y el cabo. Nació a mediados de los ochenta y a día de hoy, con más de 10.000 personas censadas, ha dejado de ser una urbanización para convertirse en una pedanía en la que viven ingleses, irlandeses, escandinavos y familias de la provincia que cambiaron humo y estrés urbanos por una vivienda cerca de la costa. No me cabe duda de que aquí se debe vivir bien, pero el lugar me parece una barbaridad urbanística y cruzarlo me produce una mezcla de pena y tedio.
Son casi las dos de la tarde y no pruebo un bocado desde el desayuno, así que cuando llego a Arenales y paso junto a un bar con vistas al Mediterráneo paro en su terraza para comer algo.
Tras un buen bocata, olivas y encurtidos, continúo la ruta hacia el Altet primero y Torrellano después.
La primera vez que vine a El Altet metí la pata y me tocó circular durante algunos kilómetros por la nacional N-332, una carretera peligrosa y con mucho tráfico que en esta segunda ocasión consigo, gracias a una buena planificación, no pisar.
Lo mismo me ocurre con el carril bici que va desde Torrellano a El Altet. En mi primera salida lo seguí, pero en esta buscaba algo más rural y entretenido, y enlazando pistas de tierra -que discurren entre campos de cultivo, frutales y casas de campo- lo encuentro.
Paso Torrellano. El tramo que tengo hasta casa, que cruza las pedanías de Rebolledo, Alcoraya, Cañada del Fenollar, Verdegas y Moralet, lo conozco bien pues, tal y como contaba en el artículo rutas en gravel por la comarca de l’Alacantí, lo he recorrido en varias ocasiones. Sin embargo hoy me veo obligado a modificarlo porque a la altura de Verdegas empieza a llover copiosamente.
En San Vicente, bajo un intenso aguacero, cruzo la universidad y tomo el carril bici que conduce a San Juan, desde donde me dirijo al Cami Real de la Vila Joiosa, el mismo vial por el que comencé esta ruta hace más de 8 horas.
Llegó a casa empapado, eso sí muy contento con la actividad que acabo de terminar. A pesar de la gran cantidad de kilómetros recorridos, ha sido una ruta más turística que deportiva. He visitado el cabo, el faro y las lagunas de Santa Pola. Además, he recorrido varias pedanías de Elche, Alicante y San Vicente. Una ruta circular súper completa, que he disfrutado con tranquilidad.
¡Ya estoy pensando en la próxima!
Galería de fotos
Mapa de la ruta
Resumen de la actividad
Entorno y medio | |
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El Baix Vinalopó | |
Alicante, Elche y Santa Pola | |
Espacio natural protegido | |
Inestable. Sol, nubes, viento y finalmente lluvia intensa | |
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