El Sendero del litoral* es una ruta de 54 kilómetros que discurre por la costa vasca entre San Sebastián y Bidart. Permite disfrutar de unas preciosas vistas con el mar Cantábrico a un lado y los incipientes Pirineos al otro.
Igual que hicimos el año pasado, durante parte de las fiestas navideñas venimos a Irún a visitar a la familia. Uno de los días de estas cortas vacaciones está reservado para ir de excursión. El año pasado hicimos dos, una en Jaizkibel y otra en las Peñas de Aia. Este año nos decidimos por el Sendero del litoral, una ruta impregnada de mar en la que acantilados rocosos, cabos, promontorios y ensenadas se suceden.
Estos acantilados que emergen del océano Atlántico son los primeros contrafuertes de los Pirineos, y tienen su contrapunto en los pastos y bosques que alternan durante la excursión.
De la ruta completa, que se hace por etapas, nosotros realizamos el tramo comprendido entre Hendaya y San Juan de Luz, catorce kilómetros acompañados por la brisa marina, el sonido de las olas y las vistas de las Peñas de Aia, Jaizkibel y Larrun. Un placer para los sentidos.
Sendero del litoral
Comenzamos la excursión muy tarde, pasadas las doce. Y es que sacar de la cama a cuatro adolescentes con el único reclamo de caminar no resulta fácil.
Además de los cuatro adolescentes (sobrinos e hijos) venimos mi madre, mi hermana, Eduardo Cris y yo.
Recorremos los primeros metros sobre la fina y dorada arena de la playa de Ondarraitz en Hendaya. Lo hacemos dirección este con la vista puesta en Las Gemelas, esas dos grandes rocas que parecen emerger del agua en la Punta de Santa Ana.
Cuenta la leyenda que unos Jentiles (seres mitológicos vascos), arrancaron una gran piedra de las Peñas de Aia y cuando se disponían a lanzarla para destruir la catedral de Bayona, tropezaron y la piedra, partida en dos, acabó en este rincón de la playa de Ondarraitz.
La realidad es que estas piedras, conocidas como dunba luzea y dunba zabala, han sido formadas gracias a la fuerza del viento y el mar.
Hasta Las Gemelas no hay que llegar, antes del final de la playa sale a mano derecha una calle (rue Armatonde) que es por donde continúa la excursión.
Sin embargo, yo me empeño en seguir hasta el final de la playa y ver si desde allí es posible subir el acantilado y conectar con la ruta. Recuerdo haberlo hecho en mi adolescencia cuando en las tardes de verano iba en bici a recorrer las zonas cercanas a Irún.
Tengo la necesidad de comprobar que efectivamente por ahí subía y bajaba, que ese difuso recuerdo es real y no producto de mi imaginación. Así que me encabezono y aunque un paseante nos dice que por ahí no hay salida yo me acerco. Los demás siguen el camino correcto.
Subo casi hasta arriba realizando una delicada trepa y cuando tengo claro que efectivamente por aquí subí y bajé hace años, vuelvo con el resto del grupo. Aunque la subida es posible no es para todos los públicos, así que más vale seguir por el camino original.
Llegamos a un pequeño parking donde un panel explicativo informa sobre los pormenores de la ruta. Es uno de los puntos acondicionados para comenzar la excursión, aunque hacerlo desde aquí supone no caminar por la playa de Ondarraitz, una auténtica pena sobretodo si la marea está baja.
A partir de aquí el sendero está balizado y hay marcas y señales durante todo el recorrido.
Tomamos un camino a la izquierda que se interna en el Domaine d’Abbadia un espacio natural protegido de 65 hectáreas con zonas de brezo, pastos naturales y pequeños bosques que son auténticos vergeles en los que se conservan especies autóctonas. Conviene recordar que en esta reserva biológica está prohibido coger plantas, practicar bicicleta de montaña y llevar perros, incluso atados.
Pasamos junto al Maison de la Lande un bonito caserío vasco muy bien conservado, y poco después, en la cima de una colina vemos el Chateau de la Abbadie, un castillo de estilo neogótico que mandó construir el explorador, geógrafo, astrónomo y lingüista Antoine d´Abbadie d´Arrast.
Aunque es posible visitarlo preferimos dejarlo para otra ocasión, hoy toca caminar.
Domaine d’Abbadia tiene su propia red de senderos que permiten conocer la zona en profundidad. Nosotros abandonamos temporalmente el Sendero del litoral y nos internamos en uno de ellos que se acerca a los acantilados y ofrece unas vistas extraordinarias de una pequeña bahía. Tras disfrutar de las vistas volvemos a la ruta balizada.
El espacio protegido termina en un lugar llamado Asporotsttipi donde esta el Maison de la Corniche un antiguo caserío convertido en centro de interpretación del litoral vasco.
Tampoco entramos, pero hacemos una parada al lado, en unos troncos acondicionados a modo de bancos donde almorzamos disfrutando del entorno.
De vuelta al camino pasamos junto a otro caserío, propiedad de SNCF, que está en la misma orilla del mar y que tiene una piscina de agua marina.
A partir de aquí el Sendero del litoral discurre paralelo a la carretera panorámica de La Corniche. Y aunque el entorno y las vistas siguen siendo maravillosos, el constante trajín de vehículos hace que la ruta pierda parte de su encanto.
Esta carretera es una alternativa para quienes quieren conocer este trozo de costa vasca, pero no tienen el tiempo o las ganas de hacerlo a pie. Tiene mucho tráfico, al menos cuando nosotros pasamos.
Sin el ruido y el humo de los coches la ruta ganaría mucho, y de hecho, existe la posibilidad de conocerla de este modo, ya que una vez al año, a finales de septiembre, la carretera de La Corniche se vuelve completamente peatonal con motivo de la Fête de La Corniche. Sin duda un buen reclamo para hacer esta ruta.
Seguimos la excursión en un continuo sube y baja a pequeñas calas en las que, aunque el baño está prohibido, no lo está la práctica del surf y nos entretenemos viendo a varios valientes navegando las olas.
Pasamos junto a unos fotogénicos acantilados de flysch que, aunque no son tan famosos como los el Geoparque de la Costa Vasca en Deba, Mutriku y Zumaia, bien merecen una parada.
Poco después abandonamos los espacios naturales abiertos y nos internamos en terreno urbano aproximándonos a la bahía de San Juan de Luz en cuya entrada está el Fuerte de Socoa.
La desembocadura del río Ugarana divide la bahía en dos. Al oeste del río está Ciboure y al este San Juan de Luz. Ambas son localidades preciosas que merecen una visita.
Ciboure, la primera por la que pasamos es más pequeña y tranquila y tiene dos bonitas playas de arena. Hacemos una parada en una panadería de esta localidad para tomar un bocadillo y seguimos camino hasta San Juan de Luz.
Antes de llegar vemos el puerto desde el otro lado del río con los últimos rayos del sol y el monte Larrun en el horizonte. Un espectáculo magnífico.
Aunque el Sendero del litoral continúa, nosotros finalizamos en San Juan de Luz, preciosa villa marinera protegida del océano Atlántico por su hermosa bahía. Tiene un casco histórico magníficamente bien conservado, un puerto muy agradable y una bonita playa.
El sol se está poniendo y hace muy buena tarde, además hay mucho ambiente por la calle así que terminamos la excursión dando una vuelta por el pueblo.
Para completar la ruta y recuperarnos del esfuerzo nada como un dulce de la zona. Mi madre y yo tomamos un gâteau basque de Maison Adam. El resto prefiere un gofre, también una excelente elección.
Ha sido una bonita excursión familiar por la costa vasco francesa. Una zona a la que tengo especial cariño y que siento que forma parte de mi, no en vano en mi niñez pasaba mis veranos por aquí.
Nota:(*) Existe otra ruta llamada Senda Litoral que discurre por la costa malagueña y que evidentemente nada tiene que ver con esta. Volver arriba
Galería de fotos
Mapa de la ruta
Resumen de la actividad
Entorno y medio | |
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País Vasco Francés (Iparralde) | |
Departamento de Pirineos Atlánticos. Región de Nueva Aquitania | |
Cielo despejado. Algo de viento al final de la ruta | |
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